Personaje creado para un universo de super héroes inventado por un amigo


Algen el Absoluto



Hace 65 millones de años según los datos científicos existía un mega continente llamado Pangea. En realidad era todos los continentes actuales unidos, rodeados por un único mar. Pero lo que no esta escrito en los libros de historia es que también existió otro continente, lleno de una avanzada y hermosa civilización, Los Sirvanos.

   Los Sirvanos eran lo que hoy en día las leyendas llaman Elfos, pero en realidad estaban muy alejados de ser los Elfos de las leyendas. El continente de Sirvan se encontraba al otro lado del mundo, en los tiempos Jurasicos, era un continente boscoso, donde las precipitaciones faltantes en Pangea eran comunes. Los elfos alcanzaban una estatura de 1.80, y su nivel intelectual con el tiempo fue creciendo cada vez más. Lograron descubrir unas piedras existentes en su continente las cuales poseían fuertes emanaciones de energía, y que al ser combinadas con otros metales generaban diversos efectos. Fue así como los Elfos, dedicaron siglos al estudio de estas emanaciones, ya que su longevidad les permitía vivir miles de años. Las piedras generaban diversos tipos de energías mágicas  que en las combinaciones y medidas correctas podían ser controladas, así nacieron los primeros hechiceros del mundo, que eran elfos capaces de controlar las energías emanadas de los metales, estos primeros hechiceros eran elfos excepcionales que controlaban a su antojo estas energías. La civilización elfa progresó enormemente con su magia, pudiendo generar armas únicas y una cultura que no podría ser comparada en milenios, su religión y comprensión de las energías místicas llego a tal punto de poder, que lograron profetizar muchos eventos del futuro, ayudados por su Dios Nyrto, quien tenía contacto continuo con su pueblo a través de sus sacerdotes.
En esos tiempos, gracias a los metales especiales, el mundo estaba desbordado en magia, lo que permitía una vida mucho mas fácil para la sociedad de Sirvan. Durante los milenios que duró la civilización de  Sirvan, nacieron y evolucionaron especies de animales, especialmente los dinosaurios, los cuales fueron dominados por los Sirvanos y usados para diversas tareas, tanto militares como domesticas. El control de estos seres fue potenciado en gran medida con la ayuda de los metales especiales, los cuales cada vez comenzaban a irradiar magia más poderosa. Pero este mismo hecho llamo la atención de una raza de demonios comandada por su cruel archidemonio, Var´l Dor, quien decidió lanzar una ofensiva directamente contra los Sirvanos. Esto debido que su mundo de metamagia industrializado estaba a punto de colapsar, ya que su alto consumo de magia, dejo su plano inestable para la vida.
Miles de demonios atacaron sorpresivamente las diferentes ciudades de Sirvan, lo cual tomo a los elfos por sorpresa, nunca habían tenido guerras a grandes escalas, ya que solo estaban acostumbrados a batallar con amenazas civiles menores. Pero aún así sus defensas fueron efectivas para las hordas de demonios. Var`l Dor decidió asentarse en el continente de Pangea, el cual en esos tiempos estaba habitado en su gran mayoría por especies salvajes, las civilizaciones presentes en el continente eran tribus menores, de hombres reptiles y otras razas que no representaban gran amenaza para el ejercito de demonios, estas tribus fueron subyugadas y utilizadas para construir sus fortalezas y maquinarias. Muchos Sirvanos fueron capturados y torturados, luego utilizados como mano de obra en las ciudades que se estaban fundando, la intención de Val´L Dor era establecer todo su ejercito en el continente  y desde allí comenzar a comandar sus tropas, con la esperanza de robar los metales que generaban magia, y así industrializar totalmente con su metamagia este mundo y alimentar el suyo.
La guerra duro miles de años, y cada bando sufría perdidas enormes, los demonios más poderosos regresaban a su plano y luego de 100 años podían volver al plano del cual fueron expulsados, por lo cual la guerra contra los elfos estaba siendo ganada por desgaste. Fue en este punto que el dios Nyrto decidió intervenir, eligiendo al hijo único de los reyes elfos el pequeño Algen, como portador de su poder en la tierra, el primer semidiós que pisara el mismísimo mundo  incluso antes que los humanos pudieran bajar de los árboles. Esto había sido previsto por las profecías de los elfos, y ya desde antes comenzaron a prepararse para su llegada. Crearon el arco Ac´aron, la espada sagrada   flásta´r, su armadura y su cetro.
Algen fue entrenado con esmero por los hechiceros mas poderosos dándose cuenta estos, que Algen no necesitaba de los minerales para canalizar magia, el tenia la capacidad de extraer magia del medio que lo rodeaba, algo único en su raza, fue entrenado por los guerreros mas hábiles durante milenios, era la esperanza de la sociedad de sirvan, era su dios y como tal se le rendía tributo absoluto. Ya al crecer, cumplió una serie de misiones, para poder recoger su equipo sagrado, las armas del dios.
Al regresar, Algen ya estaba en su plena capacidad física, mental y con sus poderes al límite. Fue llamado Algen el Absoluto, ya que representaba todas las facetas de su raza.
Fue así como comenzó la batalla contra las huestes demoníacas, logrando que por primera vez la guerra se inclinara para los habitantes de Sirvan, la moral de los elfos fue en aumento, y nada hacia creer, que fueran a ser derrotados.
Pero Var´l Dor, fue ingenioso, y mientras sus guerreros luchaban al otro lado del mar, comenzó la creación de un ritual sumamente poderoso, capaz de erradicar a todos los habitantes de Sirvan de una sola vez.
Ya cuando el ritual estuvo preparado, el ejercito demoníaco se retiro, y comenzaron reunir energías y los materiales necesarios para que este se concretara. Algen cayó en la arrogancia, y declaro la victoria de su pueblo, señalando que los demonios no volverían más a molestarlos debido a que Nyrto estaba con ellos. Fue así que Algen se permitió amar, y seguir la línea de sangre de reyes elfos, gobernó a su pueblo y restauro sus ciudades, esto fue en el transcurso de 500 años, tras los cuales los elfos vivieron en paz.
Tiempo suficiente para que Var´l Dor pudiera reunir lo necesario y lanzar su ritual, una onda de energía cubrió a toda Sirvan, comenzando a deteriorar sus casas producto de su fuerza, Algen solo alcanzo a reaccionar para generar un campo mágico lo suficientemente grande como para protegerlo, viendo como en pocos segundos toda su civilización era arrasada. Luego de esos segundos de horror solo quedo un paraje destruido, el cual comenzó a ser consumido por el mar, llegaba el fin del continente de Sirvan, el cual nunca mas podría ser encontrado en el futuro. Algen fue dominado por la locura y el odio, sin darse cuenta en ese momento, que lo que afecto a su pueblo había consumido grandes cantidades de magia del mundo, viajó surcando el cielo hasta llegar a Pangea, recordando su precioso pueblo, y con mucho más dolor, su familia, a quienes perdió por su exceso de confianza.

Pangea había cambiando físicamente, la ausencia de Sirvan en el mundo produjo que las capas subterráneas se debilitaran, y producto de eso Pangea comenzó  separarse, y después de siglos de terremotos y movimientos tectonicos se formaron los continentes actuales. Aún así las fuerzas demoníacas se encontraban juntas, esperando el arremetido de Algen. Se abrió paso entre miles de demonios que lo atacaban por todos lados, usando diversos tipos de habilidades y poderes, pero  Algen el Absoluto no detuvo su marcha, no quería intervenciones, quería  combatir contra Var´l Dor, y vengar a su pueblo, decidió eliminarlos a todos de una vez por todas, tomo su cetro e invoco al Brej´am Fuga´r, con el cual arrazo toda la superficie y las cuevas interiores de Pangea, eliminando a gran parte de sus enemigos. Los sobrevivientes malheridos y temerosos huyeron hacia las cuevas subterráneas del mundo y otros con la habilidad de sobrevivir en el agua, se lanzaron al mar. Estos sobrevivientes sentaron las bases de muchas futuras civilizaciones, en el caso de los demonios fueron adorados como dioses dentro de civilizaciones arcaicas y tribus escondidas en las selvas. Los hombres reptiles huyeron a  cuevas subterráneas donde su civilización evoluciono gracias a la tecnología que lograron rescatar de los demonios. Los demonios y esclavos que huyeron hacia los mares, fundaron civilizaciones bajo el mar, y los Sirvanos sobrevivientes que trabajaban como esclavos formaron lo que fue conocida como Atlatis, logrando ser casi la segunda Sirvan, la historia del mundo como fue conocido se encontraba en los archivos de Atlantis, al menos en parte, ya que al inicio toda la historia fue comunicada de forma verbal. Pero estos se perdieron con la destrucción de la misma.
El consumo de energía fue enorme, y en ese momento se dio cuenta de que la magia que lo alimentaba se estaba comenzando a debilitar, necesito recuperar el aliento un momento, y luego prosiguió su marcha. Ya cuando llego a la fortaleza de Var´l Dor, pudo entablar combate. Nunca se ha vuelto a ver un combate como el de aquel momento, solo presenciado por los dioses despiertos del mundo, el cielo se iluminaba por el poder emanado por los dos seres supremos, las montañas se derrumbaban y la tierra temblaba. Por fin Algen pudo derribar a su oponente, el cual cayó en su propia fortaleza, Algen lo siguió desde la altura invocando el poder divino de su espada, el nivel del impacto fue tal, que produjo un enorme cráter, con el cual la fortaleza comenzó a hundirse y a su lado nació una nueva columna montañosa, la que cubrió el terreno en el que se encontraban. Var´l Dor quedo clavado en su propio altar, y Algen comenzó a morir ya que no había la suficiente magia como para alimentarse y el excesivo consumo de la misma a través de sus poderes acabo con todas sus reservas. Fue en ese momento que Var´l Dor con la intención de provocar una muerte mas dolorosa en su oponente, le revelo que Sirvan fue enviada a otro mundo, y que solo el sabia donde se encontraba. Algen desesperado y ya casi convaleciente, convirtió en piedra a Var´l Dor, con la intención de que no muriera. Luego se sentó en el trono de Var´l Dor, se separo de sus armas dejándolas a un costado y se convirtió en piedra a si mismo con lo que le quedaba de energías, solo necesitaba recuperarse, esperar a que el mundo pudiera alimentarlo de nuevo, no podía morir aún, no podía fallarle a su pueblo nuevamente.

Cuento corto escrito hace muchos años.

 
"Parásito"

Iba Owen caminando bajo el frío manto nocturno de su ciudad, caminaba en aquella noche que hace mucho vio con temor y que ahora veía con sufrimiento.
Maldecía cada día de su vida, no sabia como terminarlos, ya que siempre finalizaban de la misma manera, con alguien bajo sus brazos, muchos de sus amigos consideraban que eso era lo mejor de ser parte de ellos, pero para Owen no era nada más que ser un animal, un parasito, nada...........
Sin embargo tenía demasiada hambre y ya había pasado días reteniéndola, no era de su agrado ser un parásito, pero estaba resignado a su vida nocturna. Mientras caminaba bajo aquella noche que tanto maldecía vio una hermosa figura femenina, quedo asombrado con su belleza, pensó en acercársele, pero sabía que seria inútil ya no pertenecía a su mundo, pero sin embargo no podía evitar mirarla. Dejando de lado su humanidad la siguió, no lo pudo evitar, la joven no se daba cuenta ya que Owen tenía docenas de años de experiencia persiguiendo a sus victimas. Seguía prendido a ella, no lo podía creer, era lo mas hermoso que había visto jamás, y pensó...,pensó en hacerla parte de él, de su mundo, de la noche, en inmortalizar su belleza, como nadie mas lo podría hacer, y  seria suya y solo suya y nadie podría discutírselo jamás,.............pero..........volvió su humanidad y se dio cuanta de que solo la haría parte de un mundo de parásitos del cual el jamás podría salir excepto con la muerte, y solamente la muerte.............


Iba Owen caminando bajo el frío manto nocturno de su ciudad, caminaba en aquella noche que hace mucho vio con temor y que ahora veía con sufrimiento, y detrás de él en un callejón oscuro de su ciudad yacía el cuerpo sin vida de una hermosa joven.
Su hambre estaba saciada...........................

            Headshot es un personaje creado para un proyecto de comics que intentamos con un amigo pero que nunca se concretó. Esta ambientado en la ciudad en la que vivo, Iquique- Chile.


Headshot


La familia Valenzuela era la familia típico promedio de Iquique, el padre, Daniel trabajaba en una oficina de cobranzas, su esposa, María, vendía cosméticos a domicilio, ellos tenían 3 hijos, David de 27 años, perteneciente a la Unidad de Investigaciones y Fuerzas Especiales del Gobierno, esto era un secreto, sus padres pensaban que era un Policía de patrulla simplemente, su hermano que le seguía en edad era José, quien tenía 18 años, recién estaba entrando en la universidad, y su mayor afición eran los juegos de computador, especialmente de disparos y tiroteos, nunca fallaba una bala, al menos en el juego. Le seguía su hermana menor, de nombre María igual que su madre, tenía 13 años y aún tan joven resultaba bastante atractiva, le llamaba la atención como a todas las niñas de su edad el maquillaje y ver noticias de espectáculos más que estudiar o hacer algo importante.

 La Unidad de Investigaciones y Fuerzas Especiales del Gobierno, se encargaba del seguimiento y neutralización de amenazas a gran  escala en ciudades importantes, es por eso que ya recién entrando en las fuerzas de la policía David fue escogido por sus altas calificaciones y capacidad de tomar decisiones acertadas en momentos críticos, para pertenecer a esta unidad. Durante el tiempo que perteneció logro desarticular bastantes redes criminales, evitar algunas catástrofes, y meter tras las rejas a unos pocos meta humanos peligrosos con sus propias manos. Pero estuvo años intentando desarticular una red en particular, el único nombre que conocía sobre esa red era Canon, traficaban armas desde EE.UU. y Japón, para venderlas localmente y también enviarlas hacia Bolivia para mantener activa la guerra civil de ese país. Pero después de años de investigación no había logrado nada, excepto capturar a un par de sospechosos. Uno de ellos le dio pistas después de una fuerte sesión de tortura, acerca de un cargamento de armas especiales que llegaría directo desde una zona desconocida, se decía que ese cargamento fue robado a una asociación importante, sin siquiera que se dieran cuenta.

David fue con su colega al desembarque, y logro cancelar la operación, capturando a cerca de 50 traficantes. Tuvo un enfrentamiento directo con su líder, un tipo de cerca de 2 metros de alto, fornido y sumamente fuerte, pero fue derrotado y el líder huyo, no fue encontrado más tarde. David a pesar de sus heridas logro pedir apoyo. Fue felicitado por su efectiva acción, el cargamento consistía en una serie de armas comunes, los datos eran errados no eran armas especiales, a excepción de una, que David encontró en una bodega oculta del barco, una pistola bastante rara, pero que no daba a parecer que fuera algo especial. La KT-389, David la guardo y decidió analizarla en su casa.

Semanas después  fue felicitado en público, y se le entrego la máxima condecoración por sus efectivos servicios e investigaciones, esto fue transmitido por la televisión, y fue suficiente para que Chuzo, el líder de Canon, se diera cuenta quien había cancelado su operación, envió unos cuantos matones para que le dieran un buen escarmiento.

Al llegar David a su casa, encontró a cuatro tipos de rostro descubierto esperándolo, tenían a su familia amordazada, no pudo ofrecer resistencia ya que su familia estaba en peligro, solo se rindió y deseo que fuera un asalto simple. Pero no fue así, David fue amarrado, y lo hicieron presenciar como violaban a su madre y hermana, y torturaban a su padre. Fueron horas de sufrimiento, en las cuales David intentaba desesperadamente soltarse de sus  ataduras, José estaba  su lado presenciando todo, pero no podía reaccionar, solo miraba, no decía nada, lo instaba a mirar hacia otro lado, pero José siempre miraba lo que estaba sucediendo. Una vez los matones se aburrieron, decidieron retirarse, mataron a la madre y el padre de David frente a él, luego le dijeron que tomarían  a su hermana prestada, y lo hicieron presenciar como le disparaban en la cabeza a José, directamente en la frente a quema ropa, luego de eso le cortaron al garganta.

Los cuerpos inertes fueron arrojados en el desierto, a unas cuantas horas de la ciudad, con la intención de que fueran descubiertos unos días mas tarde. Pero no todo salio como deseaban los matones y Chuzo, el hermano de David, José logro sobrevivir al disparo, la bala paso por el cuerpo calloso de su cerebro, y no lo mato inmediatamente, logro recuperarse ya que en el sector en el que fueron arrojados los cuerpos, existían piedras curativas, esto es desconocido incluso hasta para José hoy en día, solo unos pocos saben la existencia de esas piedras y su aplicación.  Al cabo de un par de días los cuerpos fueron encontrados,  José estaba en coma, pasaron días en los cuales fueron efectuados los funerales en secreto, no podían permitir que se enteraran de que el hermano de David había sobrevivido, podrían tomar represalias. María fue encontrada en la playa, con un disparo en la cabeza igual que José, también logro sobrevivir, pero tuvo perdida de maza cerebral, lo cual le produjo un retraso mental, en estos momentos es como una niña de 4 años. Una vez José despertó, supo lo que había sucedido, como resultado de la bala que atravesó su cerebro, comenzó a sufrir de fuertes dolores de cabeza, y ataques de ira. Pero logro controlar de a poco su situación, se hizo cargo de su hermana y siguió adelante, la policía lo ayudo psicológicamente un tiempo, pero luego perdieron el interés y los olvidaron a los dos, José termino vendiendo frutas y verduras en un carretón en el centro de la ciudad. Debido a  la falta de dinero, tuvo que dejar la casa, y se fue a vivir en un pequeño departamento ubicado a un costado del Cine antiguo. Cuando comenzó a  trasladar las cosas encontró la KX-389, junto a un chaleco antibalas de su hermano y unos lentes de la milicia.

José guardó esos recuerdos de su hermano, e intento dejar atrás su pasado, pero las constantes pesadillas y dolores de cabeza no lo dejaban descansar, era un eterno recuerdo de lo que sufrió su familia. Pero lo que más le preocupaban, eran sus ataques de ira, temía que en algún pudiera atacar a su hermana en un descontrol.

Un día volviendo con su carreta a su casa, se topo con un asalto, 3 jóvenes golpeaban enérgicamente a un tipo, mientras otros 3 se llevaba a la aparente novia de él a un callejón. El problema es que José los conocía, si hacia algo se desquitarían con él al otro día. No se lo podía permitir. Siguió de largo, dejando que la frustración lo dominara. Llego a su casa e intento olvidar el episodio, pero no podía, miro a  su hermana  y recordó lo que sufrió a manos de hombres parecidos a los que vio. Y en esta oportunidad no hizo nada para evitarlo, pudiendo haberlo hecho. Tomo un abrigo con capucha y la KX-389.  Se dirigió hacia el lugar, cada vez mas rápido, tenía la esperanza de que no hubiera sucedido nada malo. Pero al llegar noto un vehiculo policial, los dos jóvenes estaban muertos, a la muchacha la encontraron estrangulada y violada en el callejón. José sintió que la cabeza le explotaba, imágenes de lo que había sucedido lo invadieron, el dolor fue cada vez más grande, y la ira se apodero de él. Sabía donde estaban, acostumbraban la playa de El Morro en el sector periférico de la ciudad, no dejaría que salieran impunes. Corrió hasta el roquerio; después de unos minutos buscando los encontró en el, bebiendo, quizás con el dinero que le robaron a  la pareja, uno de ellos parecía estar jactándose de la violación, ya que lo explicaba enérgicamente con señales bastante evidentes, mientras los demás reían. José se acerco caminando, un par de ellos se levantaron, pero no lo reconocieron, tenia la mitad de la cara tapada con el capuchón, imaginó a los asesinos de su familia y su ira creció aun mas, en ese momento su mente era un torbellinote  pensamientos, no todos claros, apenas podía pensar, solo sabia una cosa, el arma estaba en sus manos. Basto con disparar 6 veces el arma, solo con 6 balas, una para cada uno. Cada una de ellas, perfectamente situadas en el centro de la cabeza. La acción solo duro unos segundos, pero eso basto para que su ira y dolor de cabeza desaparecieran, se sorprendió de aquello, pero mas se sorprendió al darse cuenta de que no sentía culpa por lo hecho. No podía permitir que gente así viviera en su ciudad, menos cerca de su casa. Esa noche José limpio el sector El Morro de 15 delincuentes mas, antes de retirarse a su casa.

Al día siguiente analizando lo sucedido, y escuchando las noticias, noto que bastante gente estaba satisfecha por la desaparición de los delincuentes, y que obviamente a la policía no le parecia correcto, pero lo atribuían a un ajuste de cuentas.

“¿Ajuste de cuentas?”, pensaba,”Si, será un ajuste de cuentas muy largo”.

En ese momento decidió seguir trabajando de esa manera, era algo que le permitía desquitarse y liberar todo el estrés de sus recuerdos, aunque a veces quedaba sumido en sus pensamientos vagando por las playas. Con el tiempo decidió usar el antibalas de su hermano con  otros accesorios. Siempre trabajando solo. Necesariamente aprendió a pelear cuerpo a cuerpo, y estableció algunos contactos con traficantes de armas y pandilleros. Los cuales con el tiempo lo llamaron Headshot, por su particular manera de matar.

La zona de acción de Headshot es difícil de determinar, si bien vive en pleno centro de la ciudad, ha llegado hasta el Sector de Bajo Molle ya en el sector mas extremo, eliminando pandillas.




Crónica de un Caído

Esta es la primera historia que escribí para la web www.midnigth-es.org.
Página dedicada al mundo de jugos de rol Midnigth, donde el mundo fue dominado por el mal. Imaginense la tierra media dominada por Sauron o Melcor.




                                                                 Cronica de un Caído.

Autor: Constantino Constantinidis Poblete
Formato por: Álvaro Pérez Eguizábal
Revisado por: Kano


Capítulo I

        Un súbito aliento de vida recorrió su cuerpo sacándolo del su sopor. Estaba entre unos arbustos empapado en lodo. Confundido, observó a su alrededor. No reconocía el lugar en el que se encontraba. Intentó levantarse, pero su cuerpo no respondió bien y cayó al lodo. Se sentía acalambrado. Se frotó sus ojos, los tenía secos y se dio cuenta de que su visión cada vez era más pobre. Tomando fuerzas intentó levantarse nuevamente, a duras penas lo consiguió y se apoyó en un tronco caído ”¿Pantano?”, se preguntó. No recordaba la razón por la que se encontraba allí y aún desorientado, miró a su alrededor para buscar alguna pista de como llegó hasta ese lugar. No muy lejos de él, atravesando unos arbustos secos, logró avistar unos bultos. A paso lento y torpe, apoyándose en lo que tenía a mano, comenzó a acercarse, a pocos pasos logró reconocer lo que eran. Cuerpos decapitados.
              Por fin recordó la razón por la cual se encontraba en ese lugar. Intentó caminar un poco más rápido, pero sus pies se enredaron y cayó al fango nuevamente. Al levantar la vista descubrió frente a él la cabeza de un hombre con un gesto de terror en el rostro que le había acompañado después de haber sido decapitado. Al mirar ese rostro una lluvia de recuerdos lo inundó, ”Garther” dijo mordiéndose el labio por el inmenso dolor que sentía. Era Garther, su hermano de armas, con quien había vivido innumerables combates. Se puso de rodillas, tomó la cabeza y miró a su alrededor. Tres cuerpos más. Reconoció a cada uno de ellos, Hera, Mishtrex y Rondall. Todos sus compañeros de viaje, sus compañeros de la resistencia.

            Sintió que el dolor lo inundaba y comenzó a llorar la perdida de sus amigos. Pasó un buen rato sumido en la pena, hasta que la reemplazó la ira. Se puso de pie rápidamente y comenzó a recordar lo que sucedió. Lentamente se fue formando el recuerdo en su memoria. Los cuatro estaban huyendo de un grupo de orcos. Habían salido con la misión de eliminar al cacique de esa tribu, ya que estaba adquiriendo demasiado poder y era peligroso para la resistencia. Lograron eliminarlo, pero sus seguidores reclamaron venganza y comenzaron a perseguirlos sin descanso
          Llevaban ya tres días huyendo casi sin dormir ni comer, cuando decidieron ir al pantano. De esta manera no podrían rastrearlos. Poco después de haber entrado en él se encontraron con un grupo de cazadores guiados por un Inquisidor. Estaban demasiado debilitados por la reciente persecución, pero aún así decidieron hacerles frente. Siendo el más hábil con la espada, él fue el que le planto frente al Inquisidor, pero cansado como estaba fue derribado de un certero golpe entre las costillas que lo lanzó entre los arbustos. Repentinamente abrió sus ojos ante el recuerdo de la espada cortando su carne, y buscó el lugar de la herida. Su armadura estaba rota y tenía mucha sangre seca.
          Rápidamente comenzó a sacársela, no le dolía “¿por que?” se preguntaba. En el fondo temía lo que estaba sucediendo. Al sacarse la armadura sus miedos se confirmaron. La herida partía diagonalmente desde sus costillas hasta su estomago, nadie podría sobrevivir a eso. La desesperación lo inundó, cayó al piso de rodillas, contempló sus manos, blancas, comenzó a temblar y a respirar agitadamente, cuando se dio cuenta de que no respiraba. Sus pulmones estaban rígidos. Miró a su alrededor, sentía que el mundo giraba. Tocó su pecho, su corazón, no sentía sus latidos. Sintió que caía, se apoyo sobre sus manos, “no puede ser” se dijo mirando al suelo, repitiéndolo una y otra vez. “Nooooooooooo” grito haciendo que las aves volaran espantadas Se detuvo, la desesperación lo consumía. “¿Que hacer?” se preguntaba.
       Se levantó, comenzó a caminar de un lugar a otro, mientras su mente se inundaba de preguntas. Se detuvo, puso sus manos sobre su cabeza, tiró de sus cabellos, “¿Qué soy?”, se preguntó, volvió a gritar, una y otra vez volviendo a caer de rodillas. Miró los cuerpos de sus compañeros caídos, y recordó por que los habían decapitado. A los muertos se les decapita para que las almas no vuelvan al cuerpo convirtiéndose en caídos. Cayó al suelo desmayado.


Capítulo II

              Golpes. Más que golpes eran picoteos. Algo lo estaba molestando y se encontraba en su espalda. Abrió los ojos, los seguía sintiendo. De pronto recordó su situación y se levanto rápidamente, llevándose las manos a las espalda para sacarse lo que se encontrase allí. El pájaro carroñero salió volando apresuradamente, esquivando las manos que lo intentaban agarrar. Quiso localizarlo con la vista, pero no pudo verlo. Se dio cuenta de que mas bien no podía ver nada. Se frotó los ojos, y aún así no los sentía. Se giró a su alrededor, nada, solo oscuridad. Cerró los ojos, o al menos sintió que lo hacía.
           Intentó guiarse por el sonido, y se dio cuenta de que sus oídos tampoco funcionaban. Se comenzó a desesperar, mientras giraba su cabeza de un lugar a otro intentando ver algo, encontrar algún punto de luz, pero nada le permitía ubicarse. Se levantó y comenzó a caminar “no puede ser, ¿¡que esta pasando¡?”. En su caminar tropezó con un bulto en el piso y cayó al suelo. Lentamente se incorporó aunque seguía sin ver nada, así que tanteando el suelo intento encontrar aquello con lo que había tropezado. Al momento de alcanzarlo no necesito adivinar, recordó que era. Y en la condición en la que él se encontraba
           “Un Caído, me he convertido en un Caído” una sonrisa de desilusión recorrió su rostro y se sentó resignado. “¿Cómo pudo haber pasado esto?”. Recordó el último suceso, el enorme golpe que le dio el Inquisidor que lo lanzó tras unos arbustos, donde debió haber muerto. Lo demás era fácil de suponer. Sus compañeros siguieron la lucha, pero no fueron lo suficientemente fuertes y cayeron uno a uno. Después de eso los decapitaron y dejaron los cuerpos para los carroñeros. El combate debió de haber durado bastante, y eso fue lo que seguramente hizo que se olvidaran de decapitarlo a él. “Me deberían haber decapitado”, se dijo.
Recordó la primera misión que le habían encomendado a él y a un grupo de novatos, cuando todavía era muy joven. Tenían que cazar a un Caído, un viejo héroe de la resistencia que cayó bajo las garras de los Cazadores de Héroes. Cuando los Cazadores acabaron con él no encontraron mejor manera de humillarlo que convertirlo en un Caído, y todo lo que había sido ese valiente Dorn que se negó a dejar de luchar contra las fuerzas del maldito Izrador fue rebajado a una criatura semipodrida ansiosa de carne fresca. Fue especialmente patético ver como suplicaba por su vida. La decisión estaba tomada y debían eliminarlo, y aunque su presencia era la de un muerto en pleno proceso de descomposición este seguía conservando sus habilidades, por lo que les costo bastante poder enviarlo al sueño eterno.
            Eso lo había marcado de por vida, y ahora se había convertido en uno igual a ese viejo Dorn. Sintió el chillido de un ave e instintivamente miro hacia arriba. Poco a poco comenzó a sentir los sonidos de su alrededor, y se comenzaron a dibujar las siluetas de su entorno, siluetas obscuras de todo lo que le rodeaba. Miró al suelo y vio a sus cuatro viejos compañeros de la Resistencia, se levantó y se acercó a ellos. Pasó un buen momento pensando en su situación, “¿De cuanto tiempo dispongo?” preguntó mirándolos. ¿En cuanto tiempo acabaría volviéndose loco y suplicando por un poco de carne fresca? No encontró respuesta, se miró las manos, y logro distinguir su silueta, aunque todo lo que veía era un fondo negro con líneas marcando su contorno. Ya no veía ni escuchaba, solo sentía lo que le rodeaba. Paso un buen momento sumido en sus pensamientos, pensando en los pasos a seguir. Tomo los cuerpos de sus compañeros.
 
           Cuatro morros de arena se encontraban frente a él, mientras los miraba, recordando los viejos tiempos. Había tomado lo necesario de ellos, el arco y flechas de Hera, el escudo de Mishtrex, la capa de Rondall y la hermosa espada de Garther. Necesitaría todo eso ya que su equipo estaba demasiado dañado. Siguió mirando las tumbas imaginando las caras de sus compañeros, y cuando levantó la vista aún era de noche. Siempre le había gustado cazar de noche, pero antes debía probar si aún conservaba sus habilidades. Miró a un punto lejano, un árbol caído con muchos troncos sobre él. Luego unos cientos de metros más allá logró ver unas rocas apiñadas. Comenzó a acercarse rápidamente hacia el grupo de árboles, a mitad de camino comenzó a correr y, antes de llegar, saltó hacia las sombras que se formaban debajo de los troncos. Desapareció.
           Una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, estaba en el grupo de piedras que había divisado a lo lejos, sus habilidades aún funcionaban. “Hora de cazar” se dijo metiéndose nuevamente en las sombras que formaban las piedras.

 Capítulo III

            No necesitaba mirar, sabía que estaban allí, los sentía. Fuera había dos personas, dos viajeros quizás, o dos servidores de Izrador. Solo esperaba que no fueran lo último. Se encontraba escondido en las raíces de un gran árbol. El rastro de los orcos lo había llevado hasta ese lugar, pero todavía no les había dado alcance. Por lo menos le llevaban uno o dos días de ventaja. Era el amanecer del segundo día desde que se había despertado y se había dado cuenta de su condición, y el primero desde el que el sol ya no era un aliado para él. Lo cegaba, le producía mareos y sentía que perdía las fuerzas. Ahora era una criatura nocturna. Por eso se escondió en las raíces, para esperar que pasara el día, pero el sonido de pasos y las voces cada vez más cerca lo alertaron.
-¿Sigues estando seguro de lo que quieres hacer?-oyó decir a uno de los hombres.
-Si, Moroth, estoy bastante seguro.-dijo el segundo- Tenemos la cabeza del jefe de la resistencia de nuestro pueblo.- continuó, apuntando su morral- Con esto bastará para que los orcos nos dejen en paz durante unos cuantos años, o dejarán de pedirnos tributo, no se, cualquier cosa que nos convenga.
            Al oír eso sintió que la furia lo dominaba. ”Traidores”, pensó. “Malditos traidores”. Si había algo que odiara más que a los servidores de Izrador, era a los que vendían a la gente que luchaba por sacarlos de la esclavitud. Muchas veces él mismo tuvo que huir de los pueblos en los cuales se había asentado, ya que la gente no estaba de acuerdo con la Resistencia. Les daba problemas, les contentaba vivir en esclavitud. “Malditos”, pensó, empuñando su espada. El odio comenzaba a dominarlo.
-Esta bien, Estrus.-dijo Moroth después de pensar un momento en la respuesta que le habían dando- Tienes razón. Después de todo dan buenas recompensas... bueno, según lo que oído decir. Especialmente si son de la resistencia, supongo que nos darán un trato justo.-.
         “¿Trato justo?”se dijo, “¿Trato justo?, ¿Acaso la esclavitud es un trato justo?”. Lentamente comenzó a moverse hasta que logro distinguir las siluetas. Los dos eran casi del mismo tamaño, no muy fuertes por lo que podía observar. Uno llevaba una espada al cinto y el otro en la espalda.
          Logro distinguir en uno de ellos un morral, se imaginó que allí iba la cabeza del líder que estaban mencionando. Pero le llamó la atención la forma de hablar de ambos, de caminar, y las armas que llevaban. “Sarcosanos” se dijo. Sintió que estallaba de rabia. No era suficiente con que fueran meros traidores, ahora había descubierto que eran de su pueblo, de su gente, gente descendiente de valerosos guerreros que en los siglos pasados lucharon sin descanso contra Izrador. Ahora no eran más que meros campesinos sumisos.
         Los dos hombres se detuvieron al ver aparecer ante ellos a alguien con una espada en la mano, y una capucha tapándole la cara, no muy alto y bastante delgado. Sus ropas eran de tonalidades oscuras y estaban completamente llenas de sangre y lodo, y en su espalda llevaba un escudo dorado, arco y flechas.
-¿Quién eres?-grito Estrus-¡contesta¡-gritó al ver que no recibía respuesta.
-Esto no me huele bien- dijo Moroth con voz dudosa.
-Tranquilo, es solo uno.-le replicó Estrus- ¡Hombre, no tenemos dinero!
          “¡Traidores!” les gritó, pero se dio cuenta de que no emitió palabras, solo un desagradable grito. ”Maldición” se dijo, “no puedo hablar”, soltó la espada y se llevó las manos a la garganta, “no, no, no, no…..”, nuevamente estaba cayendo en la desesperación. Sentía que el mundo giraba.
-¡Es un caído, Estrus!, ¡un maldito caído!-gritaba Moroth, mientras sacaba rápidamente su espada-¡Corramos, nos va a comer!-.
-¡No podemos!- le dijo Estrus tomándolo del hombro- Si lo dejamos atacará la aldea. Hay que córtale la cabeza. Yo ya he matado a varias de estas cosas antes. -sacó su espada- Necesito tu ayuda. Aprovechemos que esta confundido, vamos.
              Con cuidado ambos lo comenzaron a rodear.”No puede ser” se decía mientras seguía en un estado de desesperación. No se dio cuenta de que lo habían rodeado hasta el ultimo momento. Instintivamente tomó su espada y la levantó justo para detener la hoja de Estrus que buscaba su cuello.”No puedo hablar” se dijo en el momento que miraba a Estrus, que se encontraba sorprendido,”pero eso es lo de menos. Son traidores, y van a morir”. Con toda su fuerza impulsó su espada hacia arriba consiguiendo que Estrus diera unos pasos hacia atrás. Miró al otro lado. Moroth estaba con la espada en la mano, temblando, sin atreverse a moverse.
-¡Maldita sea Moroth!¡Ayúdame!- le grito Estrus, pero Moroth no reaccionó.
            “Él, primero” se dijo mirando a Estrus. Sacó su escudo y se puso a caminar en su dirección. Estrus no esperó y descargó el primer golpe buscando nuevamente el cuello de su rival, pero este lo paró hábilmente con su escudo, que luego impulsó produciendo que Estrus desviara ambos brazos hacia el lado. Rápidamente aprovechó la brecha en la defensa de Estrus para cortar limpiamente su garganta.
             Este movimiento le hizo dar un giro dejando a Estrus a su espalda. No necesitaba mirarlo. Sabía que en ese momento tenia las manos en la garganta intentando detener inútilmente la hemorragia. No perdería el tiempo rematándolo. ”Ahora tú” dijo mirando al otro cobarde que no se había atrevido a atacarlo.
           Moroth vio todo el espectáculo aterrorizado. Ese Caído era demasiado fuerte. En ese momento hizo lo que cualquier persona inteligente hubiera hecho, soltó la espada y salio corriendo.
         “Cobarde” le grito, pero de nuevo no salio nada claro de su garganta. No lo alcanzaría. Ya le llevaba una gran la ventaja. Soltó el escudo y la espada y sacó el arco de Hera.
-Tomate tu tiempo, amor.-le decía Hera al oído. Estaba a su lado, ambos mirando al lince- Tienes toda la ventaja. Antes de soltar la flecha exhala. Eso te relajará, ¿lo tienes?- sonrió al recibir la respuesta afirmativa- Entonces, dispara ¿Qué esperas?
          La flecha atravesó la cabeza de Moroth de extremo a extremo, a unos cien metros de distancia. “Buen tiro” se dijo. Se había dado cuenta de una gran ventaja. Como no tenía pulso, y ya no respiraba, al menos ya no fallaría tanto.
         Se levanto, recogió sus armas y procedió a decapitar a los traidores. Revisó el morral en el que se encontraba la cabeza del líder de la resistencia. No lo conocía. Esos Sarcosanos debían venir de alguna aldea distante. Se dispuso a retirarse, pero sintió un dolor agudo en el estomago y cayó de rodillas al suelo. Algo lo estaba afectando, no era el sol. Se sentía un poco mareado. Sintió un olor que le llamo la atención, le pareció raro, hacía mucho que no lograba oler nada. Comenzó a buscar su fuente hasta que la encontró. Sangre. Comenzó a sentir el enorme deseo de probarla. “NO” gritó, un molesto ruido salio de su garganta. “NO”, otra vez, casi no lo resistía, “¿Así es como comienza?” se preguntó, “¿Acaso me volveré loco?”. No pudo resistir mas y comenzó a caminar arrodillado hasta los cuerpos. Si hubiera podido llorar lo hubiera hecho, pero sus lagrimales ya no funcionaban. Tomo el brazo de Estrus, lo iba a morder. Estuvo a punto de hacerlo, pero volvió a sentir el grito de un ave, miro hacia arriba, carroñeras. Sonrió, aún no se dejaría vencer, no antes de vengarse. Sacó el arco y apuntó hacia arriba, “después de todo no saben tan mal” se dijo.
 

Capítulo IV

 -Los Orcos no son mas que un grupo de criaturas estúpidas- le decía Garther mientras ambos espiaban una patrulla de ellos -aunque en los últimos años su capacidad organizativa y combativa ha alcanzado niveles que jamás hubiéramos llegado a sospechar-.
          El recuerdo afloró mientras observaba a la patrulla de orcos a la que llevaban días siguiendo. Ya llevaban cerca de dos horas sobre esa colina, analizando el campamento.
          “Son tan soberbios” se decía.”Nadie se les enfrenta. Es por eso que acampan en campo abierto, confiados”. El repudio hacia aquellas criaturas había crecido en los últimos días. Casi no podía contener el deseo de abalanzarse sobre el campamento y eliminarlos a todos. Pero siempre es mejor hacer caso de la experiencia. Primero debía estar seguro de cuantos eran, y localizar al jefe de la patrulla. Si lograba acabar con él, los orcos perderían mucha ventaja.
          Varios orcos se acercaron a la carpa principal del campamento y se arrodillaron delante de ella. Era la más grande de todas, forrada en cuero bien trabajado y maderos de calidad. Al parecer dentro de ella había una fogata, que se adivinaba por el humo que salía de un agujero situado en el techo. Después de esperar un breve momento, salió un orco bastante grande, vestido con una armadura pesada y una gran espada al cinto, con el cabello adornado con trenzas y el rostro surcado de cicatrices de antiguos combates.
           “Por fin apareciste, maldito” se dijo. La confianza comenzó a aflorarle. Ya antes había vencido a otros orcos que se veían considerablemente mas fuertes, así que con este no tendría problemas. Sonrió.
             Bajó la colina por el lado contrario del campamento y se refugió en unos arbustos. Debía planear bien el ataque. Miro al cielo “Dos horas aproximadamente” pero faltaba poco para el amanecer, así que no esperaría tanto. Eran los mismos orcos que lo habían obligado a él y a sus compañeros a entrar en ese maldito pantano. Sus amigos reclamaban venganza, no los haría esperar más.
            Después de unos minutos subió nuevamente la colina. “Son veinte y tengo nueve flechas, bien por mi” se dijo sonriendo, “al menos les daré ventaja”.
 -Siempre que ataques a un enemigo superior en numero, hazlo a distancia.- le decía Mishtrex mientras asaban unas ratas de campo en la fogata -De esa manera caerán unos cuantos antes de que lleguen hasta ti, y la moral de los demás estará muy baja por la perdida de sus compañeros. Cuando estén a pasos tuyos, le llega el turno a las espadas-.
              La primera flecha dio justo en la espalda del desafortunado orco. Al instante la alarma sonó por todo el campamento, y todos los orcos fueron a por sus armas adoptando sus posiciones de defensa, intentando localizar al atacante. Otra flecha fue a dar directamente a la cabeza de otro orco desprevenido. Esta vez salió desde otra dirección. El jefe de la patrulla comenzó a dar órdenes rápidamente. Unos cinco orcos salieron hacia las colinas a buscar a los atacantes, mientras el resto protegería el campamento.
             Una nueva flecha surcó el aire para dar directamente en el antebrazo del jefe. Este se dobló por el dolor, y miró a su alrededor intentando localizar a su atacante pero no logró verlo. Lanzando un grito extrajo la flecha. Al ver esto los demás orcos se volvieron a sentir seguros, su líder era muy fuerte.
               “Genial, es más duro que un palo”, analizó la situación. No gastaría más flechas en él.
              Cuatro flechas atravesaron el vacío, dando precisamente en sus blancos, y si los orcos no murieron, al menos quedaron gravemente heridos.
            “Dos flechas, hora de mostrarse”. Se puso intencionadamente a plena vista. Los orcos lo divisaron al instante, pero el jefe mandó solamente a cuatro, y el resto se quedaron para proteger al campamento y a su líder.
               “¿Por qué se quedan?. No importa, llevo la ventaja” pensó confiado mientras disparaba sus dos ultimas flechas. Luego, corrió colina abajo. Los dos orcos restantes lo siguieron, pero al llegar colina arriba no lograron divisar nada. Comenzaron a avanzar colina abajo a paso lento y seguro, y lo único que divisaban era la oscuridad de la noche.
               De la sombra que proyectaba uno de ellos salio su enemigo. El orco solo sintió como se habría su garganta.
                Un fuerte ruido a sus espaldas lo alerto, y rápidamente giro sobre si mismo tomando una postura defensiva. Logró ver a su compañero en el suelo, muerto, derramando sangre por la garganta, y a su atacante con la espada tinta en sangre frente a él.
             Al mirar la cabeza del orco que acababa de decapitar, se dio cuenta de que este aún conservaba el gesto de terror.”Garther”, el recuerdo del rostro de su compañero reemplazo al del orco, y presiono fuertemente la espada.
              Comenzó a sentir un elevado número de pisadas que se dirigían al sector en el que él se encontraba. Eran los orcos que habían del campamento. Tomó la daga de uno de los orcos recién caídos y comenzó a analizar el terreno para su emboscada, observando las sombras.
           Los orcos se detuvieron al ver los cuerpos de sus compañeros caídos. Rápidamente se pusieron en marcha, preocupados por el campamento. Pero de las sombras salió su atacante, saltando desde la oscuridad. Con el primer golpe cercenó las piernas de su primer enemigo y rápidamente sin perder el tiempo lo remató en cuanto este tocó el suelo. Al salir de la sorpresa, los demás se dispusieron a atacarlo, pero se volvió a desvanecer en una sombra. Sintieron un grito a sus espaldas, y al girar vieron a uno de sus compañeros atravesado por la espada de su enemigo. Y antes de que pudieran reaccionar, le clavó una daga que le había quitado a uno de sus anteriores rivales entre los ojos a uno de los orcos que tenía frente a si.
             Retiró la espada del orco y sacó el escudo. Con un gesto invitó a sus enemigos restantes a que lo atacasen. Estos no perdieron el tiempo y se abalanzaron con sus espadas en alto. Ambas espadas buscaban el mismo punto, su cabeza. Pero las paró hábilmente con su escudo. La fuerza de sus rivales le hizo flexionar las piernas consiguiendo que casi se arrodillara. Estaba perdiendo la ventaja, los orcos seguían ejerciendo fuerza sobre él, y querían arrojarlo al suelo, donde era más vulnerable. Sintió que le empezaban a fallar las fuerzas. ”No, nunca”. Tomó fuerzas nuevamente, y aprovechó el impulso que le proporcionaron sus rodillas para levantar el escudo lo suficientemente alto como para que los orcos levantaran los brazos produciendo una brecha en su defensa.
-Aprovecha la fuerza en contra de tu oponente, busca el punto- le enseñaba Mishtrex con el escudo en la mano. -Siempre tendrás la oportunidad de abrir su defensa, tu eres el que debe saber aprovechar eso-.
Uno murió con su garganta cercenada y el otro con el corazón atravesado.
            El jefe orco comenzó a preocuparse, sus hombres aún no volvían. Si habían sido capaces de eliminar a quince de sus soldados era, o por que su enemigo les supera en número o porque es extremadamente fuerte. Pero tenían a su líder con ellos, no podían perder, no estando acompañados por ella.
 
 Capítulo V
              La desesperación iba dominando poco a poco el campamento orco. Su líder se esforzaba para que sus soldados mantuvieran la formación defensiva, aún cuando solo quedaban cinco y él. Su misión era proteger la carpa principal, la carpa donde estaba ella. Una de las elegidas de su gran señor, una de las elegidas de Izrador. El humo que salía de la fogata hacía apenas visible el interior de la carpa, pero se oía claramente el cántico. En el interior de la carpa comenzaron a realizar rituales apenas comenzó el ataque con el objetivo de averiguar la naturaleza del o de los atacantes. Por eso los orcos y su líder debían defenderla.
            Había dejado los cuerpos tras él. Se preocupó por decapitarlos a todos. No necesitaban mas Caídos, no le deseaba eso ni a su enemigo.
             A paso seguro volvió a subir la colina hasta llegar a la cima. Vio claramente la formación que mantenían los orcos. “¿Qué protegen?”, se preguntó, pero no importaba mucho. Ya estaba decidido. Los eliminaría a todos, incluyendo lo que se encontraba en el interior de la carpa, fuese lo que fuese. Comenzó a caminar colina abajo, en dirección al campamento.
-¡Señor, allí viene¡- grito un orco llamando la atención de su líder.
             El imponente orco se acercó a quien lo había llamado, y miró hacia la colina frente al campamento. Vio como caminaba lentamente su atacante. No se le veía muy imponente. Era bajo y solo llevaba un escudo y una espada, y al parecer iba sin armadura. “¿Solo uno?” pensó el líder orco. Si así era, este luchador superaba la media. Había sido capaz de acabar con quince de los suyos, así que algo debía de tener. Algo que lo hacia especial.
-¡Caído, es un Caído¡- se escuchó una penetrante voz proveniente de la carpa -no lo mates, nos servirá-.
-Pero es peligroso.- dijo el jefe orco -Nos puede matar a todos. Es mejor no arriesgarse-.
-¡No lo mates, te he dicho¡- le reprochó la voz -Si no, tendrás que arreglártelas con el Inquisidor que llegará mañana.
              Con un movimiento de cabeza el orco aceptó la orden. No le agradaba la idea de que el Inquisidor los visitara nuevamente. Desde el último combate se había dejado claro cual era su posición con respecto a él, y no le gustaba. Rápidamente el y sus cinco guerreros comenzaron a avanzar hacia su adversario.
             Ya no existía plan alguno. Se encontraba a escasos pasos de sus rivales, de los orcos, y ahora todo se trataba de quien pegaba primero. Obviamente debía cuidarse del jefe, era enorme. Y su espada era casi de su tamaño. Miro al cielo,” ¿Una hora?, quizás menos”, se dijo. Restaba poco para el amanecer y en el cielo ya comenzaban a perfilarse los primeros rayos del sol. Aun quedaban sombras, aun tenía ventaja.
               Los orcos aumentaron el trote a medida de que se acercaban a su rival. Él también comenzó a acelerar el paso. Ambos bandos pasaron pronto a moverse a plena carrera, dispuestos al choque. Comenzaron los gritos antes de la embestida. Los orcos con la espada en alto, confiados. Su líder los acompañaba. Y el Caído dando un molesto grito.
             Justo a un par de pasos antes de la embestida, el Caído propinó un enorme salto sobre la cabeza de los orcos, y en el momento en que iba cayendo golpeó diestramente con su espada en la cabeza del último orco del grupo, partiéndosela en dos. Y desapareció en la sombra que el desafortunado orco proyectaba. Rápidamente los orcos restantes se replegaron en círculo, cuidándose las espaldas unos con otros. Comenzó a pasar el tiempo, la tensión los dominaba, el Caído no aparecía, y hasta el líder estaba comenzando a ponerse tenso.
-¡Aparece maldito!- Gritó un orco que no aguantaba más la espera.
              De las sombras apareció su muerte. Rápido como un relámpago saltó desde su escondite entre unas piedras, y lanzó una daga que fue a dar directamente a la garganta de orco que había gritado. Este cayó al suelo llevándose las manos a la garganta.
             El Caído sacó su espada y esperó la arremetida de los restantes rivales. Estos no esperaron y lo atacaron rápidamente, rodeándole antes de comenzar a descargar sus golpes, para hacerlo un blanco más fácil. Dos orcos se atrevieron a atacar primero. Paró fácilmente el primer golpe con su escudo, mientras planeaba partirle la cabeza con la espada. Pero tuvo que detener el segundo golpe con ella, así que recurrió a su cuerpo, y con una patada en el estomago alejo a su primer atacante. Luego, con su escudo, le propinó un certero golpe en la cabeza a su segundo rival. Antes de poder contraatacar tuvo que esquivar un tercer ataque, y aunque podía haberlo partido en dos ya que el ultimo golpe había abierto totalmente la defensa del orco, sintió unos pasos pesados a su espalda. Giro rápidamente, levantando su escudo justo en el momento en que recibía un poderoso ataque del jefe de los orcos.
              El impacto lo lanzó unos cuantos pies, haciéndolo caer justo en el centro de una sombra, donde desapareció. Rápidamente apareció tras uno de los orcos, y la armadura de este no fue suficiente para frenar la espada que le partió la espina. Corrió hacia otro orco, este descargó un golpe sobre el escudo de su rival, y aunque no fue muy fuerte, el orco comenzó a sentir como le levantaba sus brazos con el escudo. Su última reacción fue llevarse las manos al estomago para impedir que las tripas salieran por allí. Giró justo para frenar una ráfaga de golpes provenientes del último orco, hábil y rápido. Cada golpe que le lanzaba buscaba un punto vital, y en el momento en que logró detener un mandoble que buscaba su costado, aprovechó para propinarle un golpe en la nariz con la empuñadura de la espada. El orco cayó aturdido al suelo. No perdió el tiempo y lo remato rápidamente.
             Solo quedaba uno. El líder. Este se encontraba un poco mas apartado, observando todo el combate. El Caído se incorporó y comenzó a caminar hacia él. El jefe orco tomo su espada a dos manos y se acercó a su rival. Faltaba poco para el amanecer, y ambos eran concientes de ello. Ambos eran débiles ante el sol, por lo que la pelea debía durar poco.

 Capítulo VI
              El jefe orco corrió hacia su adversario, del que solo lo separaban unos pasos. El Caído se puso en guardia con su escudo, esperando el ataque de su rival. Este no se hizo esperar. El orco levantó la espada por sobre su cabeza y descargó un violento golpe que esperaba partir en dos a su rival, pero el caído lo esquivó fácilmente lanzándose a un costado de su oponente. Con los pies se dio un tremendo impulso y saltó espada al frente en dirección a las costillas del orco. Este detuvo el mortal golpe con un revés de su espada, y con su codo propinó un enorme golpe directo en la cara del Caído.
             Dio unos cuantos pasos atrás producto del golpe. Cayó arrodillado, casi aturdido, “No puede ser” se dijo. El golpe le dolió, no lo esperaba. Pensaba que no podía sentir dolor, pero se dio cuenta de que no había sido herido desde que se había levantado como Caído. Solo por instinto levantó su escudo para detener la arremetida del orco, y el golpe fue tan violento que le hizo caer de rodillas. Aún tenia el escudo sobre su cabeza, y el orco lo estaba reduciendo al piso. Era más fuerte que él. Supo que no podría quebrar su defensa, y la desesperación comenzó a dominarlo. Era extremadamente fuerte. No podría ganarle por la fuerza.
             Una fuerte patada lo hizo salir de su ensimismamiento y lo lanzó a unos metros de su atacante. Con dificultad se puso en pie. El orco no se había movido, y lo miraba fijamente. “Hasta el fin” se dijo al tiempo en que corría contra su enorme adversario. Antes de llegar a su altura saltó a un lado y desapareció en una sombra. El jefe orco se detuvo rápidamente. Esperaba un golpe por la espalda, así que viro rápidamente, pero su adversario salio de un costado.
               El caído lo golpeo por sorpresa en las costillas, pero el golpe fue absorbido por la gruesa armadura del orco. El orco agarró del cuello a su adversario y lo levantó unos centímetros del suelo, tanto como para verlo a la cara. El Caído intento usar su espada para cercenarle el brazo, pero fue inútil, y el enorme dolor que sentía en su garganta le hizo soltar todo lo que llevaba en las manos para llevárselas inútilmente al cuello y sacarse las enormes garras del orco. Este tomó su espada y atravesó completamente al caído, y luego lo soltó. El Caído cayó al piso llevándose las manos al estomago. Cualquiera hubiera muerto casi de inmediato con esa herida, pero él era un caído, un no-muerto. Aun así el dolor seguía siendo enorme. Vio como sus entrañas descompuestas comenzaban salir de su estómago, e inútilmente intentaba agarrarlas con sus manos. El orco miró nuevamente a la carpa. Había recibido órdenes directas de no eliminar a ese caído, pero seguía con dudas. Había algo en él. Algo que no le inspiraba confianza. No se arriesgaría, ya había perdido muchos hombres por culpa de ese Caído, así que mejor lo eliminaría de inmediato. Levanto su espada sobre su cabeza dispuesto a decapitarlo.
                 “Ya estoy muerto” se decía. “Esto es mi imaginación, no puedo sentir dolor, es imposible” tomó su espada. “¡Imposible¡”. Se levanto rápidamente justo en el momento en que el orco descargaba su mandoble. El golpe logró alcanzar su clavícula y lo partió hasta la altura de su pecho. Ambos permanecieron mirándose. La sangre salía por la boca del orco. El caído le había logrado enterrar su espada en el estomago. Cegado por el dolor, el orco sacó su espada lanzando a su enemigo a unos metros de distancia. Dio unos cuantos golpes al aire, para luego apoyarse en su espada y caer de rodillas. Miró a su oponente un momento, luego cayó al piso sin vida.
                 Paso un momento tirado en el suelo. Sabía que el jefe orco estaba muerto, nadie podía sobrevivir con ese tipo de heridas. Estaba mirando al cielo, nublado, siempre había estado así. Desde que tenia conciencia, no era mas que un reflejo de su ser. Todo gris, sin ningún momento de felicidad. Una vida de guerras, de matanzas. Se incorporó lentamente y miró a su alrededor. Se sentía mareado, y el sol ya había salido casi en su totalidad. Seguramente se debía a eso. Logró ver a unos metros el cadáver del orco. Se incorporó lentamente. Su cuerpo no estaba respondiendo bien y le dolía todo. Se acercó al orco. Si, definitivamente estaba muerto. Miró más adelante. El sol lo cegaba, pero lograba ver no muy lejos la carpa principal, aquella que estaban protegiendo los orcos. Comenzó a caminar hacia ella. No divisaba su escudo, pero no le importaba. Le faltaba poco para cumplir su venganza, así que no esperaría más.
               Con su espada corrió las cortinas que cubrían la entrada. Se encontraba iluminada por una fogata, y en sus paredes colgaban huesos de diversos tipos. Entró confiado, había algo allí. Lo sentía. Comenzó a mirar de detenidamente hasta donde le permitía la tenue luz. De las sombras salió una figura, cuchillo en mano, lanzando un grito. Detuvo a duras penas el golpe aferrando las manos de su atacante, y luego lo lanzó al lado de la fogata. Este se medio incorporó dificultosamente, y permaneció semiarrodillado en el suelo. Era una orca, vestida casi entera de negro y con diversas runas en su túnica. Se veía vieja. Quizás demasiado.
 -¿Quién eres, Caído?-dijo la orca con una voz penetrante -¿Por que atacas nuestro campamento?-.
-Vennrd…gaaa…nza- contestó dificultosamente con una desagradable voz -Vr.vre..ga….za.- ya no lo pudo repetir.
                 La orco comenzó a retroceder arrastrándose. Estaba vieja, y no podría realizar sus conjuros a tiempo para salvar su vida. Solo hizo una cosa mientras veía como el caído levantaba su espada en contra de ella. Se puso a rezar a su dios, Izrador.
-Felicidades Darren- le decía Garther mientras le daba unas palmadas en el hombro. -Ya pasaste todas las pruebas, ahora eres uno de nosotros.-.
-Si, chiquillo. Tu pericia con la espada es casi inigualable.- le comentó Mishtrex mientras calentaba sus manos en la fogata. -Y más aun lo va a ser cuando comencemos a entrenarte.- le dijo mientras le guiñaba un ojo.
-Aparte eres bastante guapo.- le dijo Hera al oído. -Eso vale mucho, al menos para mí.-.
-No olvideis lo principal.- les dijo Rondall. -Su habilidad para manipular las sombras es única. Nos proporcionará una gran ventaja a la resistencia.- Miró a Darren -Bienvenido chico. Aquí todos somos hermanos en la lucha. Solo somos hormigas, pero las hormigas se apoyan mutuamente y forman imperios. Nunca olvides el objetivo de la resistencia: liberarnos del maldito Izrador. Habrá mucha gente que no estará de acuerdo contigo, pero no importa, lo importante es lo que tu piensas, ¿de acuerdo?. Muchos se quedaron solos luchando contra el enemigo hasta que encontraron su muerte, ¿no crees que es una majestuosa manera de morir?.
                 Ya atrás estaba el campamento orco. Habían pasado apenas un par de horas, pero ya daba lo mismo. Su cuerpo estaba descomponiéndose más y más, y sobre su cabeza volaban una veintena de carroñeros, claro aviso de que no duraría mucho. Estaba desorientado. No sabía a donde se dirigía. Se resigno y cayó al suelo inconsciente.
                   Pisadas, cientos de ellas. Difícilmente se incorporó y logró sentir de donde venían. Tras una colina a su lado. Se dirigió lentamente hacia ella, escondido en las sombras. Orcos, cientos de ellos, caminando en formación de batalla. Era difícil ver ese espectáculo en esos tiempos. Un ejercito de orcos que de seguro invadirían un pueblo, o lanzarían una incursión contra los elfos, e intentarían entrar en el Bosque Susurrante una vez mas. Pensó en correr y avisar a la gente que se encontraba más adelante de ese ejercito, pero seria inútil. Intentarían matarlo, era un Caído, una criatura peligrosa. Además, seguramente caería a mitad de camino. Su cuerpo ya no alcanzaba a mas. Estaba muriendo a falta de una definición mejor. Solo quedaba una opción. Se incorporó y miró un detenidamente al ejército, Luego desenfundó su espada y la observó. Comenzó a pensar en sus compañeros caídos. “Muchos has quedado solos, luchando contra el enemigo hasta que encuentran su muerte”. El recuerdo afloró en su mente. “Hazlo heroico” se dijo al tiempo que bajaba corriendo en dirección al ejercito.